martes, 30 de diciembre de 2008

Roble de Madagascar

La tripulación se arremolinó alrededor cuando vieron que el capitán se levantaba de su catre con los ojos en llamas y su barba negra empapada en ron.

Capitán, no...

Aparta malandril! -gritó Kymmenen antes de propinarle un puntapié con sus botas de cuero anchas. El pobre marinero cayó entre el estante de roble negro que robaron en Madagascar y las sillas persas de aquel barco inglés con un gran estrépito de muebles rotos y papeles cayéndose.

Kymmenen, que le tenía gran apreció al estante de roble, no pudo sino aumentar su cólera y se encaminó con largas zancadas hacia la cubierta del barco -Rayos y truenos! Ya me empieza a hervir la sangre!!

Los piratas fueron retrocediendo a la par del capitán, gesticulando como un grupo de mimos desbocados intentando aclarar un terrible malentendido.

Os voy a tener que atar a todos en el palo mayor y azotaros como perros, malditos holgazanes!!

A medida que el capitán avanzaba a grandes pasos, los marineros apelotonados hacían por despejar la salida del camarote que da a la cubierta, empujándose y cayéndose, e intetando sin esperanzas apaciguar al capitán con pretextos y explicaciones.

Menuda tripulación de monigotes! Para esto os enrolásteis en Puerto Príncipe? Para holgazanear?! -los húmedos ojos de Kymmenen resaltaban como crestas de espuma en un mar de pelos revueltos y perlas negras.

El sonido inconfundible de su pesado sable de acero templado resonó en el pasillo, donde los marineros más cercanos a él empezaron a lloriquear.

Capitán... capitán...

Levantando el sable empezó uno de sus famosos discursos palabra-mandoble que tanto hacían reir a la tripulación durante los violentos abordajes, aunque esta vez vieron por primera vez qué se sentía al otro lado del discurso y de los mandobles.

Yo... -izquierda- ... os voy... -derecha- ... a matar... -Los piratas saltaban y se agachaban o se estrujaban para escapar ilesos- ... a todos,... malditos eihmm -pero ahí se detuvo. No hubo más mandobles ni más palabras. Todos permanecieron en silencio mirando al bucanero, quien les miraba a ellos.

Pero... habéis escrito en el blog.

Sí, capitán, estábamos intentando decírtelo pero...

Entonces rompió en carcajadas roncas, tan roncas como las que un pirata puede llegar a tener.

Yo apunto de desollaros vivos y me encuentro con que habéis escrito en el blog, HA-HA-HA-HAAA.

Como un incendio en un polvorín, las risotadas se extendieron rápidamente entre los piratas.

Claro, si es que me paso demasiado tiempo en mi camarote. Venga, saquemos ron, pescado y carne, y celebremos la travesía, que sin rumbo ni destino, nos lleva hacia adelante!