sábado, 8 de noviembre de 2008

Yo no soy así. No soy insegura. No pienso qué comentarios son los que van a agradar a la gente. No hago gracias para que me las rías. Si me quedo, es porque estoy cómoda. Si sonrío, es porque lo siento. Si te abrazo, es porque me apetece.

Tú no me quieres a mí. Sólo te gusta aquella mirada distraída, tal vez inocente, entre palabras confundidas. Te balanceas en el recuerdo del mar, de nuestras manos... de un beso robado. Te recreas en el dibujo de un paseo al amanecer, del roce de las olas en nuestros pies, de una caricia en la espalda a contratiempo.

No me mires, no me pienses, no me sientas. No voy a ser quien tú quieres que sea.

Write: 27
Type: 2
Edit: 2

Viajero sin retorno

Viajando se consumen las horas, minutos, días e incluso vidas. A veces se llega a ver tantas cosas y vivir tantos momentos que cuesta trabajo situarlos y darle la importancia que merecen. Si a cada sitio que fuéramos lo disfrutáramos como si fuera el primero, los recuerdos de anteriores viajes se difuminarían en un mar de pensamientos, conexiones y nombres en extrañas lenguas.

Dicen que hay quien viaja toda una vida. Que reconocen en cada sitio que van la esencia de las cosas. Sin embargo, por el mero hecho del movimiento implícito del viaje, el conocer hasta la saciedad es a la vez una utopía y un camino sin retorno. Es imposible tener el conocimiento absoluto y menos aún cuando se llega al momento en el que la repetición de lo vivido supera a los descubrimientos. Es en ese preciso momento cuando el viajero decide coger de nuevo sus bártulos y emprende un nuevo viaje que le llevará a lugares insospechados y le ayudará en su arduo e imposible tarea de saciar su voracidad de la vida.

Escribir en papel: 10'
Mecanografiar: 5'
Editar y enviar: 3'

lunes, 3 de noviembre de 2008

Un barquito de cáscara de nuez

...Un barquito de cáscara de nuez, adornado con velas de papel, se hizo hoy a la mar para lejos llevar gotitas doradas de miel. Un mosquito sin miedo va en él, muy seguro de ser buen timonel, y subiendo y bajando las olas, el barquito ya se fue. Navegar sin temor en el mar es lo mejor, no hay razón de ponerse a temblar. Y si viene negra tempestad, reír y remar y cantar...

Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas cada vez que oía aquella canción. Lágrimas serenas, profundas. Lágrimas que paseaban sin aspavientos, con paso firme, tranquilas pero con decisión. Ella no podía evitarlo. Quizá era uno de aquellos recuerdos con núcleo emocional, como tantas veces había oído decir a la psicóloga. Con tan sólo las primeras notas, llegaba a su mente la imagen de su abuela, enseñándole aquella canción, a ella y a su muñeca del vestido azul. Y después aquél barquito. Vació con cuidado la cáscara, la rellenó con un trozo de plastilina (azul, por supuesto) y clavó la vela, elegantemente construida con un palillo de dientes y un triángulo de papel. Esperó pacientemente hasta que llegó un día de lluvia, y bajó rápidamente las escaleras para ver qué tal navegaba el barco en el riachuelo que se formaba en la calle. Tuvo que reconocer que no parecía muy seguro. Por suerte, nadie iba a bordo. Se dijo que el próximo necesitaría una vela más grande, y más plastilina.

Nunca sabía con certeza cuándo se detendrían las lágrimas. Ya no podía abrazarse a la muñeca del vestido azul y decirle que no llorara, porque se ponía muy fea. Sólo le quedaba aquella inquietante canción: ... y si viene negra tempestad, reír y remar y cantar...

Write: 25
Type: 0
Edit: 3

domingo, 2 de noviembre de 2008

Eco de cuerna

Con un leve gesto, el anciano anuncio que iba a decir algo. Fue su nieto quien pego el oido a esos arrugados labios, que se movieron sin llegar a emitir ruido alguno. Sin embargo el rostro de su joven interprete se encendió, reincorporado asintió para todos los presentes, los cuales recogieron la noticia con agrado. Mas solo uno reaccionó. Subió a lo alto del arbol mas cercano, alcanzó agilmente la copa, y desde alli, saco su cuerno y resoplo. Asi como el sonido de su cuerna se extendía por los valles, otros sonidos de cuernos se iban uniendo al suyo, y a éstos, cantares y vítores de una gente que habia estado esperando ese momento.

El anciano, se recostó en su asiento, satisfecho. El nieto se subio sobre la roca ceremonial, desde donde se divisaba todo el valle, alzó una antorcha. Pequeñas lucecitas fueron apareciendo hasta donde la vista alcanzaba. Se volvió a todos los presentes y les dijo: "Ya es la hora, pongamonos en marcha".

Type 14
edit 6