sábado, 8 de noviembre de 2008

Viajero sin retorno

Viajando se consumen las horas, minutos, días e incluso vidas. A veces se llega a ver tantas cosas y vivir tantos momentos que cuesta trabajo situarlos y darle la importancia que merecen. Si a cada sitio que fuéramos lo disfrutáramos como si fuera el primero, los recuerdos de anteriores viajes se difuminarían en un mar de pensamientos, conexiones y nombres en extrañas lenguas.

Dicen que hay quien viaja toda una vida. Que reconocen en cada sitio que van la esencia de las cosas. Sin embargo, por el mero hecho del movimiento implícito del viaje, el conocer hasta la saciedad es a la vez una utopía y un camino sin retorno. Es imposible tener el conocimiento absoluto y menos aún cuando se llega al momento en el que la repetición de lo vivido supera a los descubrimientos. Es en ese preciso momento cuando el viajero decide coger de nuevo sus bártulos y emprende un nuevo viaje que le llevará a lugares insospechados y le ayudará en su arduo e imposible tarea de saciar su voracidad de la vida.

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